Claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.
Por otra parte
se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir.
Además, debo
la cuenta de la luz…
Roque Dalton
sábado, 30 de junio de 2007
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